Blogia
Por si pierdo las maletas

Cuentos

Cuentecillo(mío)

Me he pasado un tiempo, viajando, descubriendo cosas que aún estando cercanas no había apreciado su color, quizás por estar cercanas no les habia prestado mucha atención, por eso he ido descubriendo nuevos mundos, en los que la realidad parecía simplemente una condición de tiempo y de espacio, que debía de estar ahí pero a la que no le hacía ni puto caso.

Pero estoy convencida de que lo que realmente influye en la manera de observar todo lo que nos rodea, de un modo más o menos lejano, cercano a la vuelta de la esquina... es la manera de mirar, de usar ese sentido de la vista, tan subjetivo en nuestros sentimientos, en nuestros pensamientos....

He viajado hasta el espacio, hace un rato para encontrarme con un lápiz en marte, miles de palabras flotaban en el aire, y se iban escribiendo solas unas detrás de las otras, pero el lápiz no tenía punta, y las palabras se iban desvaneciendo, pero no lo que me habían trasmitido conforme las escuchaba salir de mi boca, o simplemente, conforme las iba escuchando en mi mente... o recreando en mi memoria.

Estuve paseando otro día, y cerca de un bosquecillo, dónde me pareció ver a un conejo con un reloj colgando, vi ¡unas baldosas amarillas! Me resultó tan extraño y a la vez tan bonito... me sono a cuento, y me dije en los cuentos y en los sueños, se pueden hacer cosas, que quizás no harías (por que no se te presenta la oportunidad) en la realidad. Pero también es verdad, que yo sólo tengo la realidad como ese ente que nos sitúa en un momento y en un espacio....

 Así que dije, "pos no pasara nada si decido caminar sobre ellas algún sitio me llevarán ¿no?" o eso pensaba.

Lo curioso fue que no me llevaron a ningún sitio donde yo no hubiera estado antes, (me llevaron al País de Nunca Jamás), pero me sirvieron, para poner algo de color a mi camino. (Y encima mi color favorito: el amarillo)

Pero tengo que reconocer algo, aunque me cueste (todo hay que decirlo) me ajencié la primera baldosa, ¡vale, vale! lo siento!!!!!, pero prefiero tener siempre presente lo que he caminado antes de iniciar un nuevo camino, todo entra a formar parte de nuestra experiencia, y me gusta saber y conocer lo que paseado antes, además de ése modo, si me vuelvo a perder, sé hasta dónde he de retroceder, para retomar el camino. Pero tranquilos, que no soy cleptómana, además con eso de la magia, fue metermela en el bolsillo del abrigo (que resultó ser como el de Mary Poppins, sin fondo) y aparecer de buenas a primeras una baldosa igual.. asi que no me echéis mucho la peta.

Bueno a lo que iba, me ví cerca del barco pirata, pero no me dio buen rollo seguir allí, asi que decidí salir de ahí y dar una vuelta,me paseé por el campamento indio , fumé un poco de la pipa de la paz, (que por cierto sabía a regaliz) con el Jefe y Campanilla, Pedro estaba por la casa del árbol, así que no le pude ver, después de  charlar con el Hadita, (y ponernos un poco pedo de tanto algodón de azucar y nectar de vainilla) no se le ocurrió otra cosa a Campa, QUE ECHARME POLVOS MÁGICOS!!!!

Vamos que acabé dando vueltas por allí sin saber por dónde llegar a mi casa, pero me llevaba encima además de polvos mágicos, (para poder volar siempre y cuando quiera) un puñadito casi eterno de ilusión infantil que había perdido conforme he ido creciendo, y otro puñadito casi imperecedero de alegría, pues además de haber conseguido poner color (amarilllo Qguay!!) a mi camino, había puesto y depositado otra vez mi esperanza de volver a volar, aunque dentro de un tiempo (no quiero gastar el polvillo).

La verdad es que no acabé en mi casa, acabé en una casita muy, muy pequeñita, con 7 camitas, 7 sillitas....pero eso será otra historia.

De momento me quedo con baldosas amarillas en mi camino, recien pintadas; un poco de ilusión infantil, que determinado sentimiento me había borrado; y alegría por saber que podría volver a volar.

 

Eduardo Galeano (Un par de cuentos)

La Pequeña Muerte

 No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

 

Nochebuena

Fernando Silva dirige el hospital de niños, en Managua.

En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.

Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo quedaba en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón: se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra, lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizás pedían permiso.

Fernando se acercó y el niño lo rozó la mano:

-         Decile a… - susurró el niño -. Decile a alguien, que yo estoy aquí.